Exigir la compra de un libro
Uno de los grandes errores de un escritor es exigirle a los demás (sean estos familiares o amigos) la compra de su libro. Hay un factor determinante que lleva a esto: cuando el autor ha invertido en su obra, porque ha pagado a una editorial o directamente ha trabajado con una imprenta. En ambos casos, lo que existe es un afán por recuperar lo invertido.
Es un error la exigencia de compra del libro, porque denota que no existe una estrategia de marketing adecuada que le evite la venta directa. No se puede exigir a posibles lectores la compra de una obra, porque cada uno de ellos tendrá predilección por ciertos géneros no siempre compatible a lo que se le ofrece.
Y sí, los escritores necesitan comer, pagar los servicios básicos, y demás, pero exigir (dentro de las redes sociales se aprecia cada vez un lenguaje en este tono) al posible lector que adquiera su obra, no funciona. Porque el lector se repele.
¿Qué hacer entonces? Desarrollar una campaña de marketing gratuita (sin necesidad de pagar por los servicios de las redes sociales), hacer diseños publicitarios de la obra que llamen la atención del posible lector, enviar muestras del libro a periodistas y medios especializados o lectores capaces de generar juicios críticos, llegar a librerías… intentar posicionar al libro de forma que despierte el interés del posible lector. Es cierto que nada asegura que implementado lo anterior el libro se convierta de pronto en una obra de súper ventas, pero tendrá presencia, generará ventas, tal vez el interés de librerías que no solo deseen tener ejemplares a consignación y más bien estén dispuestos a comprar. Nada se pierde con intentarlo.
Johanna Mera Palma